Los ángeles también tienen cola

Conocí a Olivia en una época de muchos cambios, recién casada, recién mudada a un país nuevo, con nuevos amigos, nuevas costumbres... El principio no fue muy agradable, ella siempre allí en la entrada de su casa dispuesta a espantar con su actitud a todo aquel que pasara por la vereda. Verla era toda una contradicción, tan agresiva y distante, y al mismo tiempo tan cariñosa y amable con sus conocidos, podías ver el amor que tenía hacia los demás. Ganarme su confianza fue todo un desafío, día tras día saludarla con cariño pero sin presionarla, no quería forzar su amistad; la constancia fue la clave, fue el arma para vencer la primera batalla: el miedo. De a poco fui acercándome, hasta donde sus dientes me dejaran, después vinieron las demostraciones de cariño, así que de tanto en tanto le dejaba agua y a veces comida. Honestamente para no tener casa tenía un paladar caprichoso. Una noche fría y lluviosa de principios de invierno, la encontramos en la puerta de casa, toda fría y h...